sábado, 3 de octubre de 2009

¿Y tú creías que sólo Kanye West interrumpe cosas importantes? Mírate y reflexiona...


¿Cómo funciona Mateo 7:7-11 "Pedid y se os dará"? Este versículo ha servido de conflicto para mucha gente, ya que la queja de no recibir es más constante que la declaración del testimonio de recibir. Ciertamente hemos sido injustos con Dios al decir de forma indirecta que Él no cumple Su palabra en nosotros, pero la realidad es que este versículo revela la ley para que Dios se haga más evidente en nuestras vidas.

Como tú y yo sabemos, "Dios no es hombre para que mienta", por lo tanto es obligación nuestra entender que Mateo 7:7 es verídico. Pero entonces, ¿por qué la queja de que no hemos recibido lo que a Dios pedimos? Bueno, la verdad, el problema radica en nosotros y en nuestra relación y percepción de Dios en nuestras vidas. Si tan sólo nos diéramos la oportunidad de entender que todos absolutamente salimos de Él y que nosotros somos la extensión de Dios en la Tierra, la visión de obtener lo que deseamos sería más fácil.

Te estarás preguntando: ¿Cómo que nosotros salimos de Dios? Pues la verdad, sí. Todos existíamos antes de la creación de este mundo porque estábamos en el pensamiento de Dios. Cuando Él pronunció las palabras de creación en Génesis, sólo eso fue suficiente para que Él obtuviese lo que deseaba crear. Como es de conocimiento general, fuimos hechos a Su semejanza, por lo tanto también tenemos el mismo potencial de pronunciar y crear. Somos creadores. ¿Recuerdas que en la Biblia dice “Somos coherederos con Cristo”? La herencia es ésa, la búsqueda y las promesas de Dios para todos.

El otro elemento a mencionar, obviamente, es la fe. Muchos dicen que la tienen y que por eso van a la iglesia y hacen lo que hacen, pero la fe no se puede medir por esos estándares. Yo quiero un Dodge Caliber azul oscuro, voy en oración y me conecto con Dios pidiéndole el carro que acabo de describir. Salgo de mi oración, pero mi fe se quedó en el deseo de recibir el carro porque tan pronto salgo de la oración comienzo a hacerme cuestionamientos acerca de cómo lo recibiré. “Uy, esos carros son caros, y yo tengo que pagar renta cada mes, no cobro lo suficiente para tenerlo, ni pensar en el seguro que le tengo que poner si lo obtengo, además la gasolina sube y sube cada día, cuando se ponga frio tengo que sacarle la nieve, etc.”. Con estas actitudes sólo le estoy acordando a Dios cuán difícil será que Él pueda darme lo que le pedí. Le estoy diciendo “yo quiero el caliber pero tú eres Dios y sabes al igual que yo lo difícil que es conseguírmelo, así que sólo se quedará en deseos y de ahí no pasará porque yo creo que es difícil, no importando lo que tú, Dios, crees”. Uff, ¿que fuerte verdad? Cuando salimos de oración, debemos salir con la certeza de que lo hemos recibido, porque los que seguimos a Dios no pedimos nada malo, y por eso mismo sabemos que Él nos lo concederá.

La otra cara de la moneda es esta: quiero el caliber, así que me voy de boca, pido un préstamo, voy a un concesionario, me llevo el primero que veo y ya lo tengo, ¡wooooohooooo! Em, la verdad que ahí acabamos de entorpecer la obra de Dios. El hecho de que esa última oración describe la forma en la que la mayoría de la gente procede para comprar un auto no significa que esa sea la única forma de obtenerlo. “Dios obra por senderos misteriosos” ¿verdad? Le enviamos la oración con la petición, salimos de la oración y comenzamos a actuar, cuando lo único que Dios quieres es que creamos, porque el actuar le toca a Él. Nos convertimos en un Kanye West cuando actuamos de acuerdo a nuestro parecer porque siempre pensamos en el presente sin entender que para Dios no existe un concepto de tiempo ni espacio; y no solamente entiende lo que pasó pero también entiende lo que pasará. Dios en medio de concedernos la petición está en la mejor parte, y nosotros en nuestro desespero y falta de fe le decimos “Dios, sé que eres Omnipotente, y me alegro por ti, pero la forma en la que yo pienso que conseguiré el auto es la mejor forma de todos los tiempos”. Y como Taylor Swift, Dios deja de hablar y se retira del escenario de la petición por completo. ¡Lo acabas de invalidar!

Dios nos concede lo que le pedimos, porque al final Dios no puede contradecirse a sí mismo. Los que estamos guiados por Dios sabemos que todo lo que le pedimos es para bien. Cada oración es una conexión inmediata que hacemos con Él porque somos una extensión de Él en este inmenso universo, y El nos la concede porque al concedernos el deseo, Él se extiende también. Por eso es que Dios se glorifica en el cumplimiento del deseo, porque Su trabajo está en eso. Y sí, es importante pedirle a Dios porque Él es nuestra única fuente para todo. No está mal presentarnos ante Él para pedirle, pues en la creación del mundo todo lo que vemos hoy es de alguna forma un deseo que Él mismo tuvo y que se logró.

¿Qué debemos recordar? Que debemos tener cuidado con lo que pedimos, porque al pedirlo, por fe ya está concedido. Así que solamente queda de nosotros el sentarnos aliviados, felices y regocijados de tener la certeza y confidencia de que pronto recibiremos lo deseado; y visualizarnos disfrutándolo porque al imaginarlo nos acordamos a nosotros mismos y a Dios cuán agradecidos estamos porque nuestras peticiones son reales para ambos (Dios y nosotros). ¡Cuán grandioso es saber que tenemos un Dios que nos ama tanto!

viernes, 3 de julio de 2009

Comprendiendo grandes verdades de la vida (carta editada)


Este ensayo es parte de una carta que escribí para una persona hace algún tiempo. Espero que pueda servirte de guía y ayuda en momentos de dificultad, y que puedas aprender de ello para un mejor bienestar comprensión de la vida.

Después de algún tiempo de reflexión e introspección, he comprendido que el amor es más grande de lo que nosotros imaginamos. Yo no sabía que el amor es el origen de todos los sentimientos en esta existencia. Al decir esto, es obvio que ando incluyendo TODO lo que se siente. Es irónico, pero cuando una persona tiene sentimientos no tan bondadosos, definitivamente fue porque sintió amor en un inicio. La explicación consiste en echarle un vistazo al libre albedrío: el hombre transforma lo siente para que beneficie sus propios intereses. Mucha gente decide sentirse diferente para justificar su actitud ante la vida. Por eso es que también se dice que el amor lo arregla todo: con él se inicia, pasamos la vida tratando de dilatarlo o contraerlo, de transformarlo o modificarlo. Al llegar el momento de sincerarnos con nosotros mismos, hallamos que el amor siempre ha estado ahí, o sea, el amor es eterno mientras existan seres humanos que puedan reconocerlo. Lo triste es cuando personas deciden vivir ignorándolo, morirán con remordimientos por despreciar una vida, puesto que también el amor es vida.

También entendí lo siguiente: nosotros somos responsables por nuestros sentimientos. Varios individuos andan por la vida echando culpas a otros individuos por su estado sentimental. Esto nuevamente es una justificación. El ser humano tiene la capacidad de responsabilizarse por lo que siente y cómo manejarlo, cómo proyectarlo hacia los demás y cómo mantenerlo o deshacerse de ello. Tú y yo sabemos que los que deciden amar sufren muchísimo, pero está en nosotros decidir cuánto más o cuánto menos sufriremos por X o Y motivo. Además, no solamente están el amor o el odio como sentimientos. Realmente el tema es mucho más complejo que eso. ¿Qué me dices de la indiferencia, el miedo, la felicidad, la alegría? El frío y el calor, aunque muchos piensen que no, también son sentimientos. Y nuevamente recae en nosotros la responsabilidad de elegir qué es lo que albergaremos en nuestros corazones: lo bueno, lo malo o lo intermedio…

Ahora, otra realidad cruda. El tiempo es eterno, pero nuestra mentalidad no. Cada día vamos cambiando de pensamiento, de opinión, de apreciación a todo lo que nos rodea. Somos seres tan poderosos que podemos cambiar de un momento para otro la dirección o el rumbo de nuestra energía vital. Podemos manipular nuestra trayectoria, pero no nuestra existencia. Por lo tanto, debe hacerse lo mejor de ello para que nunca se diga que nuestro tiempo fue uno desperdiciado e inútil. Sale a flote nuevamente nuestra responsabilidad como entes pensantes y racionales para hacer decisiones. Tenemos todo el tiempo del mundo para hacer todo lo que queramos, pero nosotros en la tierra somos solamente una oportunidad, una sola. Tiempo invertido no vuelve, jamás regresará de la misma manera. Aunque nos llegue tiempo de sobra, no se podrá emplear nunca más de la misma forma.

Esto lleva a un cuarto aspecto: las oportunidades. Un claro ejemplo de las oportunidades se observa en las plantas. Todos los días tienen la oportunidad de lucir mejor, de absorber sol y agua, de respirar. En otras ocasiones, incidentes que no pueden controlar hace que pierdan miembros de su organismo como hojas, pétalos, raíces, frutos, entre otros. Una planta que ha perdido una rama aprovecha nuevamente el tiempo y de forma fascinante regenera su rama. Debe hacerse la observación de que la rama no crecerá igual que la perdida, pero crece, se repone, ocupa el lugar de la anterior. Mejor aún, a veces hasta nacen más ramas y más hojas de la misma planta, claro está que esto se logra por el empeño de la planta. Así somos nosotros en la vida. No podemos reponer con exactitud si hemos perdido algo, pero al reconocer lo perdido y esmerarnos en trabajarlo, se puede lograr salir airoso de la pérdida. Cuando cometemos errores, también hay nuevas oportunidades para rectificarnos y demostrar nuestras verdaderas intenciones. Solamente debemos ser genuinos con nosotros mismos.

Sé que no estoy diciendo nada nuevo debajo de los cielos. Claramente estos principios son bíblicos. Pero no es lo mismo leerlo de un libro que verlo sin obstrucciones desde la mente y el alma. Al apropiarnos de enseñanzas personales, crean un gran impacto en la vida y nos transforman. Desde entonces no he vuelto a ver la vida de la misma manera.

Yo creo en el perdón, el amor, la esperanza, la fe. Cuando el apóstol Pablo escribió que de las últimas tres el amor era la más excelente, lo dijo por lo siguiente: podemos perder las esperanza en alguien y dejar de tener fe en una persona, pero esto no es suficiente como para dejar de amarla. El amor es excelente, y lo mejor es que jamás pierde la esperanza de que los seres humanos se acojan a él. La fe es ciega y el amor logra ver más de lo que ella ve. La esperanza tiende a debilitarse, pero el amor habita en la profundidad de cada corazón con el potencial de regenerar cualquier esperanza.

El amor, si no es incondicional, no es amor. Si espera algo a cambio, tampoco lo es. La forma más fácil de identificarlo es en el silencio. Este sentimiento posee algo que muchos considerarían un defecto, y es que nos habla en voz muy baja. Nos dice la verdad que nadie puede pronunciar, pero que sólo tú tienes la fortaleza para oír. Nos diagnostica nuestros pesares y le pone nombre a cada lágrima que engendramos. Pero jamás nos deja, porque es verdadero y genuino. Si pensamos que algo era amor, pero al otro día ya no está entre nosotros, jamás lo fue.

El amor es el único que se entiende con el tiempo, nosotros no podemos entendernos con él. Desde siempre han estado de la mano, han sufrido y llorando juntos los grandes desastres de la vida, pero no cesan de existir. Así deberíamos ser, fuertes como el amor y el tiempo, dejando huellas en la eternidad universal, aunque sea en nuestro propio universo.

lunes, 15 de junio de 2009

Padre, escríbeme una carta


Cuando mi mamá y yo nos mudamos a Puerto Rico, el correo se convirtió en una actividad de comunicación muy activa en nuestras vidas. Para aquel entonces, llamar a Estados Unidos costaba un precio que no se podía pagar como ahora. Mis dos hermanos, ya mayores de edad, se quedaron tratando de hacer lo mejor de sus vidas. Por otro lado, la mía comenzaba, y mi madre también comenzaba a enseñarme el valor de las pequeñas cosas.

Cada año Mami compraba 3 tarjetas para mi papá: para su cumpleaños, para el día de los padres y para navidad. Estas tarjetas estaban intencionadas para ser firmadas por mí, incluir fotos de cómo iba creciendo, y luego ser enviadas a tiempo para que no le llegaran tarde. A mí siempre me encantaba enviarlas, me daba la ilusión de imaginar cómo se sentiría él cuando las recibiera. También se compraban tarjetas y regalos para mis hermanos. Esto era más trabajoso, pues requería ir al correo personalmente a enviar cajas o hacer giros postales.

Los primeros años mi hermana y yo nos escribíamos muchísimo. Ella me contaba acerca de su vida de adulta y de lo mucho que me extrañaba. También intercambiaba cartas con mi maestra de primer grado en Massachusetts. Le escribía a mucha gente, era como una urgencia de saber cómo estaban, qué estaba pasando al otro lado donde yo no podía estar (o quizás estaba muy pequeña para entenderlo todo). Para mí, no existía mayor gozo que el de recibir las respuestas. Yo adoraba al cartero de mi barrio. Cada uno que trabajó en esa área me conoció, al igual que a mi mamá y a mi abuelo. El cartero era el delegado, el ángel, el mensajero. Todas las tardes, después del mediodía, yo buscaba un asiento en el balcón y disfrutaba de la cálida brisa caribeña mientras esperaba sus buenas nuevas.

Mi papá no me escribía mucho. Llegó a escribirle a mi mamá varias veces y hasta años después nunca supe el contenido de sus cartas. Recuerdo que a los 10 años le escribí desilusionada por el último viaje que hice para verlo. Estaba tan distante y tan alejado de mí que sentía que quizás escribiéndole una carta y enviándosela estaría más cerca de él que sentándome a su lado. Anterior a esa visita, siempre le enviaba sus 3 tarjetas anuales y las fotos que con tanto amor posaba para que viera cómo había crecido. Para mis cumpleaños, celebraciones académicas y navidades, siempre recibía algún detalle por parte de mis hermanos y mis tíos de Añasco, entre otros. Sin embargo, nunca supe lo que era recibir una congratulación por parte de mi padre.

A veces me daba curiosidad y me imaginaba interrogándole al cartero acerca de los tantos regalos, cartas, tarjetas y visitas que mi padre separaba para mí. Veía su camión e imaginaba que llevaba grandes cajas llenas de sorpresas y maravillas sólo para mí, para su niña, la que nunca se olvidaba de su cumpleaños, la que le recordaba que era padre con una tarjeta, y la que trataba de calentarle el corazón con un detalle en cada navidad. Todavía continuaban mis citas con las húmedas tardes arecibeñas esperando al cartero. Me gradué de escuela elemental e intermedia, pero el cartero simplemente no traía nada para mí.

Con el tiempo, como todos ya sabemos y experimentamos, los precios decidieron crecer, al igual que yo. La vida se estaba haciendo costosa, los sellos postales salieron de los 20 para no durar mucho en los 30 (ya cuestan 44 centavos, qué locura). Mi madre recibió una carta que no esperábamos ninguna de las dos. La corte suprema de Nueva Jersey le envió un documento en el cual ella podía hacer una petición para revisar mi caso de pensión alimentaria. Ella no lo dudó, pues como toda madre responsable y pobre, muchas veces tuvo que tomar dinero prestado para que yo fuese a la escuela. Tan escasa era la existencia de mi padre como su apoyo económico. Ambas viajamos a Estados Unidos, mi hermano había fallecido el año anterior y las dos cargábamos con ese dolor reciente. Yo no vi a mi padre, mi mamá fue la que se vio con él en la corte. El juez inmediatamente entendió que una joven de 16 años necesitaba vivir y le ordenó aumentar la cantidad de dinero que enviaba. Cuando regresó, vi a una madre contenta de haber ganado un caso para su hija. Hacía tiempo que no la veía tan regocijada. Como es de esperarse, regresamos a Puerto Rico y la vecina nos entregó la correspondencia recibida durante el tiempo ausente. Sobresalía entre todo un sobre grande y blanco que llevaba el nombre de mi mamá como destinatario pero sin remitente. La escritura era una entorpecida y carente de precisión. La fecha de envío fue de 3 días después del caso en la corte. “Ábrelo” le dije a mi mamá, “ese sobre es de mi papá”.

Con algo de temor, mi madre abrió el sobre. Como una corriente embravecida, salieron de él todas las fotos que desde niña le había enviado a mi padre, sin nota alguna. Sólo pude pensar en todas las tardes que esperé al cartero para recibir una sorpresa de él, las graduaciones sin mi padre, los dolores sin consolar, la escasez sin subsanar, todas las veces que imaginé que fuese mi padre cuando el teléfono sonaba. Dios mío, mi mamá hasta le enviaba copias de mis calificaciones para que se sintiera orgulloso de mí. Pero todo se redujo a una disputa de dinero para que yo pudiera sobrevivir en en barrio. Ésta fue de mayor motivación para enviar una bomba implosiva que la carta que le envié cuando tenía 10 años. Mi madre, con una voz que reflejaba miedo a no poder consolarme, dijo “Yo sólo puedo decirte que te amo, y que siempre voy a estar aquí para ti”. Sinceramente no recuerdo que pasó el resto del día, pero sí recuerdo que pasaron muchos cumpleaños, días de logros, navidades, graduaciones, amores y desastres en los que mi progenitor decidió no tomar parte; yo diría, en ninguno de ellos.

Durante el tiempo que comencé a planificar mis estudios en Nueva York, estuve viviendo con mi hermana por algunos meses. Mi mamá también estuvo con nosotras un tiempo. Mi hermana iba a celebrarle el cumpleaños a su hijo y todos nos fuimos al supermercado local un sábado por la noche. Yo no quería ocasionarle muchos gastos a mi hermana, así que pensé conseguir algunos víveres de paso. Estuve en el área de las carnes cuando de pronto un carrito de compras se detuvo justo a mi lado. Pensando que estaba molestando me moví de allí. Para sorpresa de ambos, el que estaba empujando el carro era mi padre y 13 años de ausencia se consumieron en par de segundos al mirarnos. Al estar seguro de que era yo, inmediatamente me abrazó (yo creo que abrazó a un cadáver, yo estaba inmóvil). Me hizo algunas preguntas y yo traté de decirle todas las cosas que había logrado gracias a las infinitas peticiones de mi madre pidiendo dinero prestado. Me presentó a su esposa y luego me dio su número de teléfono celular. Yo sólo tuve deseos de darle un sobre, un papel y un sello y decirle: No, mejor escríbeme una carta.

Por eso, siempre recordaré y estimaré al cartero de mi barrio, pues fue el único hombre que me trajo alegrías de otros lados cuando mi padre me corrompía con su indiferencia. A todos ustedes padres, sean de más valor que un sello postal para sus hijos. Por favor, existan para ellos, que somos muchos los que todavía estamos en el balcón esperando al cartero.

domingo, 7 de junio de 2009

Fiebre aviar (ensayo acerca de los pájaros raros)


Increíble, pero cierto, cinco personajes se acercaron a mí de maneras en las que sólo ellos podrían pensar que serían sexy o llamativas. Era domingo por la mañana y cualquier mujer podría confirmar que lo único que deseamos hacer es descansar y no lidiar con las situaciones que encaramos semanalmente, especialmente si somos solteras. Nada mejor que tomar un cafecito, recostarnos en la cama y disfrutar la tranquilidad del día. Hay que revisar el email para no estar desinformadas, ver noticias o vídeos para relajarnos aún más. Y claro, ingresar al Messenger para saludar a aquell@s amig@s que como nosotras, conviven con el ocio una vez a la semana (como si Facebook no fuese suficiente). Pero como siempre pasa cuando no miramos bien, llega un bendito pajarito y nos bendice con su santo y tremendo talento de embarrarnos todo. Uno está bien, pero cinco… cinco pájaros diferentes… seres con plumas a los que di libertad hace tiempo y regresan por temporadas a regar la misma plasta que dejaron antes de irse. A ver si son fáciles de describir:

1. El idiota- el primero que me cagó fue de madrugada y lo primero que hizo fue encender la cámara web. ¿Por qué piensa que quiero que me vea? El idiota me ve ingresar y parece haber pensado que yo quería trasmitir mi única y verdadera imagen vía cámara para seducirlo quitándome la ropa por piezas, usando mis manos como calibre de medición con diferentes partes anatómicas y finalizar en un cibersexo con ciberorgasmo y cibervenida ¡¡¡SIN BIENVENIDA!!! Está bien, lo dejo verme por unos minutos para no perder la costumbre, pero de la barbilla hacia arriba. ¿Es necesario decir que el idiota no mostró su cámara? No, creo que estaría demás. También sobra mencionar que este personaje cortó la trasmisión en menos de cinco minutos porque no vio lo que esperaba ver por engreído y malcriado. Sí, estos son los llamados idiotas, ¿han conocido alguno? Son aves callejeras, en Arecibo les llamamos “machambos”, en San Juan les dicen “changos”, por internet son “idiotas”.

2. El impertinente- Tan lindo que eeeeeeeeees, pero tan jodón que suele ser cuando nadie lo invitaaaaaaaaaaa. Llegó el segundo, seguro de que sus heces le harían obtener un pedazo de mí. Claro, éste sí ofreció su cámara, pero no de cualquier forma. Se preparó, fue a la cama y estaba como decía mi abuelito, “esnú de la cintura pa’ arriba”. Qué mucha labia tenía, pues para colmo se sostenía del hecho de que somos amigos de años. Súper insistente, porque, tú sabes, si él está mostrando, yo también debía hacerlo. Sin embargo, NO PEDI UN SHOW GRATIS. Hay mujeres que les fascina eso, pero no son todas, y yo no soy todas. Además, a mí no me gustan los cagones como este, mucha caca para limpiar cuando se aburren de uno. El impertinente intentó varias veces obtener lo que quería, pero no se lo di (obvio), yo le proponía otro tema pero mágicamente insistía y veía ocasión para seguir haciendo peticiones. Qué impertinente. De la nada su cámara se apagó y apareció desconectado… me pregunto qué habrá pasado. ¿Me vería cara de impertinente? Nueva lección: es mejor un amigo de años que un impertinente con una cámara defectuosa. Canta palomita turca, que te vas a quedar ronca.

3. El estúpido- los estúpidos salen de la nada, así como cuando nos damos cuenta de que recién pisamos bolos alimenticios que un animal soltó por el recto. Este pichón ni sabe volar bien, es una vergüenza para la comunidad pichonezca. Sus colores distintivos son: falta de inteligencia, falta de inteligencia y más falta de inteligencia. ¿Qué? Claro que habló conmigo hoy, después de haberme dicho que no confiaba en mí porque soy latina y las mujeres latinas (específicamente las puertorriqueñas y las dominicanas) son unas locas descabelladas. Esta ave me caminó por encima varias veces por no saber volar. Como ha quedado demostrado que tampoco domina el canto, parece que tampoco escucha, pues hace tiempo le dije QUE ME DEJARA EN PAZ PERO SIGUE MUY OCUPADO CREANDO EXCREMENTO PARA ARRUINAR DOMINGOS. Me preguntó si continuaba molesta… qué estúpido. Después me pregunta que si estoy segura de que no estoy molesta… ¿me vio cara de estúpida? Si la visión reflejada fuera un talento, sería ese mismo el del estúpido de hoy y el de tantos otros que revolotean por ahí como el ave del arca de Noé (los estúpidos piensan “¡Diluvio de mujeres!” y luego no hallan donde asentar su pie, jajá). Bueno, no voy a seguir perdiendo mi tiempo con estupideces.

4. El necio- a esta especie le encanta estar enjaulada, y canta cuando le da la gana porque realmente no sabe qué hacer. Por eso piensa que todo lo que hace está bien hecho. Ni me acuerdo cuándo fue la última vez que hablé con este individuo, pero cuando me habla lo hace de una forma tan necia… como si nada hubiese pasado… o sea, nada malo, claro está. Sí, me embarró la vida por mucho tiempo y me cansé de seguirle dando semillitas, pero ya no cuido pájaros porque son seres con voluntad propia. ¿Como los necios? Sí. Mira, se atrevió hasta a decirme “hablamos luego mi nena, aunque a veces me odia, muaaaaaa”. Este animal me ha inspirado a crear una enciclopedia para aves, siendo el primer tema LAS MUJERES Y LAS FRUTAS SILVESTRES NO SON LO MISMO. AMBAS SON DULCES Y HERMOSAS, PERO LAS MUJERES NO TE PERTENECEN UNA VEZ LE PONES EL OJO ENCIMA. Este se parece mucho al impertinente, con la única diferencia de que el impertinente te quiere conquistar mientras el necio piensa que ya te tiene para siempre. El cockatiel que no deja de pitarte y decirte cosas morbosas en la casa, ese es el papa del necio. Pero el necio es más feo.

5. El menso- él no entiende, jamás lo capta, ni con mapa, ni con Power Point. Tú no le hablas, pasan los días y no lo saludas, te dijo hace tiempo que le gustas pero fuiste clara y le dijiste que no te interesa nada con él. Esa fue la cereza del postre dominguero que conseguí gratis. Es un menso porque sale de repente en la pantalla diciendo que no lo saludas… pero él tampoco saluda… y te dice mala, antes de reírse y decir que es broma. Le digo que estoy jugando, me pregunta que si lo invito a jugar. Le pego la dirección del juego, me pregunta que si ando ganando. Cuando termino mi juego se lo digo, me dice que soy una campeona. ¿Por qué, por qué me hace esto? Él sabe que no quiero nada con él, ¿por qué se pone al nivel de otro pop-up? Yo no quiero ser como otras chicas que son sumamente ofensivas y le tiran piedras a las aves, pero ¿tengo que ser parcelera pa’ que me deje tranquila? Por lo menos este orina, pero salpica y el meao apesta y se tiene uno que cambiar de ropa (o de carácter).

Sí, más tonta soy yo que no los bloqueo, ¿verdad? Pero al final del día las aves son libres para volar donde quieran. Me siento afortunada de poder entender la diferencia entre unas alas que violan los aires y los pies de un hombre firmemente puestos sobre la tierra. A los caballeros que están leyendo esto (porque sé que DEFINITIVAMENTE no son pájaros raros) les insto a que se alejen todo lo posible de la sociedad pajarera. A las damas, sean tan amables de informarme si existen otras especies de esta índole para evitar futuras cagadas.

viernes, 22 de mayo de 2009

Lo vi desnudo

Lo vi. Ahí, sentado, sin ropas, confundiendo su tristeza bajo una lluvia cansada y desanimada. Buscaba refugio, o un precio módico para adquirir vivienda, pero el costo de la vida ha subido tanto… Y qué hambre tenía; se acordaba de aquellos tiempos cuando la comida le caía sobre sus faldas, aquellos tiempos de prosperidad. No lloraba, sería perder algo de lo poco que le quedaba. Vida y llanto, lo único que cargaba en su espíritu.

La gente no lo miraba. Era como inexistente, intangible, inútil. ¿Qué lo hacía diferente a los demás? Quizás sus carencias, la falta de dinero o de belleza concreta. Pudiera ser que no tenía maldad, no poseía una meta de codicia en la vida. Faltándole casi todo, no le temía a la lluvia como el resto del mundo. Las gotas le acordaban que tenía un tacto y que podía sentir. Pensaba, reflexionaba acerca de ese día en el que, sin esperarlo, se quedó sin hogar y sin bienes. Ese fue el día en que el mundo le presentó una eterna luna nueva sin renovar.

Lo vi como abría la boca para atrapar grandes cantidades de aire y agua. Mira al cielo como esperando más lluvia, o más pesares, o más problemas. Me hice tantas preguntas: ¿Cómo llegó a ese estado? ¿Por qué nadie parece notarlo? ¿Cómo sigue con vida? Corrí, agarré una frazada y una sombrilla. Me tomé algo de tiempo para cambiarme la ropa y no estropear la que llevaba puesta con la tormenta. A mitad de camino planifiqué como haría para darle techo mientras se le buscara algo más seguro. Pensé en los riesgos; sabes, es un extraño sobre todo. Fui con calma para no resbalar y asegurar que no se callera nada lo que llevaba a las manos.

Llegué hasta su punto. Estaba cabizbajo con los brazos sosteniendo sus piernas dobladas y la cara guarecida sobre los muslos. Cuando sintió que mi sombrilla detuvo las gotas que caían sobre él, me miró como un animal mira a un hombre por primera vez. No sé quién se impresionó más, si él o yo, pero del susto di par de pasos hacia atrás y la lluvia nuevamente le consolaba. Retomó su posición original sin decir palabra alguna. El corazón me daba vuelcos; debía hacer algo pero no sabía exactamente qué. Pensé en regresar… no, mejor no. Decidí entonces comenzar a hablarle.

-Oye, ¿por qué te quedas inmóvil bajo esta tempestad? Levántate, ven, puedes venir conmigo.

Ningún gesto salió de él. Le hablé nuevamente para tener certeza de que me oyó.

-Mira, no te quedes ahí, te vas a enfermar. Ven a mi casa, estarás seguro allí.

Continuó sin respuesta alguna. Me acordé que llevaba la frazada y me acerque para secarle uno de los brazos con ella. Tan pronto lo hice, estableció contacto visual; esta vez me lanzó una mirada interrogativa, misteriosa. La confrontación que sentí fue muy cargada, por un momento sentí que estaba haciendo algo mal. De las pocas personas que estaban afuera, pasaron unos jóvenes que no dudaron en burlarse de la suerte del desafortunado. Le gritaban estupideces y groserías entorpecidas por la inmadurez. Al otro lado de la calle se oían los enormes sistemas de sonido que varios tenían encendidos para distraer el estruendo de la lluvia. Más abajo una mujer miraba desde un tercer piso como tratando de encontrar el punto fijo en el que su vida abrió puerta a la infelicidad. Cerca de nosotros quedaban algunas botellas de cerveza y bolsas de basura rotas por los perros de la calle.

Le busqué la mirada nuevamente al desamparado. Qué hermoso era, realmente nunca lo había visto por estos lugares. ¿Quién era? Le pregunté si entendía lo que le estaba diciendo. Levantó su brazo y puso su mano sobre una de mis botas, mirándome a la vez. Fue cuando comencé a meditar en todo lo que la sociedad nos enseña acerca del bien y del mal. Según su lógica, este ser sería malo porque solamente tenía infortunio a su alrededor. Algo muy malo debió haber hecho para terminar así. Por otra parte, un buen individuo está rodeado de cosas buenas, o personas buenas. No tiene por qué estar solo y mucho menos desnudo en la calle. Todavía me miraba. Me bajé a su nivel para mirarlo de cerca. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y dolor. Sólo le hice una última pregunta:

-La sociedad se olvidó de ti, ¿verdad?

Con su cabeza, su respuesta fue sí.

Me levante, con furia y coraje, lanzando el paraguas hacia atrás. Allí mismo, también me desnudé de lo que llevaba puesto y me fundí en la lluvia. Me senté al lado de aquél y lo abracé para nunca soltarlo.

Lo vi. Ahí, sentado, sin ropas, estaba el amor confundiendo su tristeza bajo una lluvia cansada y desanimada. Buscaba refugio, o un precio módico para adquirir vivienda, pero el costo de la vida ha subido tanto… y las personas dejaron de darle un precio para valorar los intereses efímeros y superficiales de la vida. Y qué hambre tenía; se acordaba de aquellos tiempos cuando la comida le caía sobre sus faldas; aquellos tiempos de prosperidad cuando los seres humanos se amaban sin tomar en cuenta títulos de profesión o casas extravagantes, trabajos destacados o carros lujosos. No lloraba, sería perder algo de lo poco que le quedaba. Vida, llanto y compasión es lo único que cargaba en su espíritu.

Me encontré el amor desnudo, en su estado más puro y hermoso, tratando de que la gente lo vuelva a mirar y albergar sin las distracciones de este mundo.