Al escribir esto, siento cómo todavía me tiemblan los sesos por dentro, del coraje, claro está. Quizás pudo haber parecido algo insignificante, pero para mí, definitivamente fue una conversación atípica, irritante y hasta cierto punto ofensiva.
Déjame explicarte qué fue lo que pasó. Estaba hablando con un hombre y me preguntó varias cosas para tratar de confirmar que las puertorriqueñas somos “guapas” (violentas) como se ha regado la fama. En una, me preguntó acerca de un chico con el que salí un tiempo y cómo nos dejamos de hablar porque él decidió seguir viendo a otras féminas a mis espaldas. Suponiendo que me alteré cuando supe de ello, le dije que no, que simplemente dejamos las cosas ahí. Entonces me dice, “bueno, ¿y si ese hombre te hubiese meti’o una pescosá?” Mi respuesta fue que sería la primera y la última.
El hombre comenzó a decirme que lo estaba asustando al decir eso. Y la verdad fue que me alteré bastante, por varias cosas:
¿De cuando a acá es normal preguntarle a mujer (o cualquier persona) acerca de su reacción bajo una situación de violencia?
Con campañas mundiales y casas para mujeres protegidas en todo el mundo, ¿cómo es de sorprenderse que una mujer reaccione negativamente antes una situación hipotética de violencia?
¿Cuál se supone que fuera mi reacción? Y aquí continúo el escrito.
A la tercera pregunta, respondo que mi reacción es, y siempre será, defensiva. Para los que me conocen (y los que no lo sabían), vengo de una familia con un extenso historial de violencia domestica. Les cuento algo muy, muy personal, así que atesoren estos secretos que de alguna manera dan forma a mi persona.
Mi madre es sobreviviente de violencia doméstica. Cuenta ella que se casó con un hombre al que no amaba por escapar de un hogar en el que su padre había ejercido una posición de dictador. Este hombre con el que se casó resultó ser el padre de mis dos hermanos. Habiéndose mudado a los EEUU (1970s, segunda/tercera oleada masiva de boricuas al norte), los golpes físicos y emocionales fueron devastadores. Según cuenta, ella no salió de la situación inmediatamente por temor a no poder criar a sus hijos sin padre, además de vivir en un país que no era el suyo. Para acortar la historia, dice que la última pela que este hombre le dio fue enfrente de mi hermana mayor (que estaba de niña) y que despertó en el hospital. Se vio a un hilo de morir. Al comprender esta situación, decidió que su vida y la de sus hijos era mucho más importante que un sueño cliché de mantener el núcleo familiar. Siempre me conmueve pensar en esta historia porque un golpe más hubiese aniquilado a ese ser tan maravilloso que ustedes todos conocen; además, yo no hubiese nacido.
De igual forma, mi hermana también es sobreviviente de violencia doméstica. Su primer esposo (con el que se casó también por seguridad económica) fue un animal con ella. Cuando se mudaron a Puerto Rico por un tiempo, yo oía sus gritos y escuchaba cuando se tiraban cosas entre ellos. Y ese no fue el único. El padre de mi sobrino le pegaba, aun cuando estaba preñada (que gracias a Dios es un niño muy normal y muy querido). Mujeres hermosas, inteligentes, brillantes, llenas de vida, y saber que fueron aplastadas por cerdos hechos de mierda y porquería me irrita en extremo.
Siempre recuerdo la vez que tuve que preparar una presentación para la clase de sociología y a nuestro subgrupo le tocó el tema de la violencia doméstica. Se me ocurrió la idea de invitar a Mami a hablar acerca de su experiencia, pero pensé que algo tan traumático sería difícil de revivir y relatar. Así que entendiendo que no perdía nada preguntándole, me le acerqué (con un poco de susto) y le pedí que colaborara con mi trabajo, yendo a la escuela y dando una breve charla. Ella solo me preguntó el día y la hora; ese día se apareció muy bonita y maquillada. La charla que nos dio fue una muy acogedora y aun recuerdo las caras de mis compañeras atentas y haciéndoles preguntas interesantes. Si eres una de las que estuvo ahí y lo recuerdas, estoy segura de que sabes de lo que hablo, y te doy las gracias por haber oído a mi madre.
Al mismo tiempo que pasó esto, recuerdo que también había una campaña contra la violencia doméstica que informaba de cómo cada dos semanas una mujer es asesinada a manos de su compañero consensual. Al final instaba a la comunidad a reaccionar porque de seguir así, los cementerios se iban a llenar de mujeres. (Acabo de releer esta oración y me detuve… el alma me dejó de respirar por un momento). Un cementerio lleno de mujeres, como si fuera el lugar designado para un género específico. Merecedoras de la muerte, aquellas que dan vida, ¡y lo hacen más de una vez! ¿Cómo es que pasa esto? ¿Cómo es que mi madre sigue viva después de todo eso, y mi hermana? Por eso le doy gracias a Dios de que nunca me ha pasado, ni tengo planes de que pase. Y lo digo en serio.
Así que este fulano le estuvo malo que yo reaccionara mal a su “bueno y si ese muchacho te hubiese meti’o un bofetón”… ¿Coño, te parece poco? ¿En realidad existen seres que piensan que sugerir esas situaciones es algo normal? Trataba de decirme que entendiera que era una cuestión infiltrada en nuestras culturas. Claro que tuve que vestirme de LACS y decirle que comprendo totalmente las raíces del marianismo (termino utilizado para ilustrar el concepto de la mujer como un ser sujetado, dócil, obediente, temeroso y sin hacer cuestionamientos como María la Virgen [esto no es para ofender la religión, es para subrayar el mal uso o la tergiversación de ello]) que llegó a nuestras tierras con la corona española (católica), derrocando el sistema matriarcal (sí, nuestros indígenas seguían la línea de la madre para escoger a los caciques). También le dije que puedo entender que estas actitudes continúan existentes entre las poblaciones que no han tenido contacto con otras culturas. Y encima de eso, le dije que el hecho de que todavía algunas personas perpetúen esas ideas, yo no tengo planes de permitirlo, ya que las nuevas generaciones hemos aprendido diferentes formas para solucionar diferentes situaciones que no requieren la violencia.
¡ME NIEGO A ACEPTAR QUE LA VIOLENCIA A LA MUJER ES ALGO NORMAL Y POR CONSIGUIENTE, ACEPTABLE!
Quiero terminar este escrito con las siguientes ideas:
No apoyo la violencia EN GENERAL. Por eso no apoyo a la guerra.
Estoy consiente de cómo hay mujeres que matan hombres también; para mí la violencia doméstica no es cuestión de género, es cuestión de inseguridad y poco valor. No se lo justifico a nadie, a menos que sea por defensa propia.
También estoy consiente de que NO TODOS LOS HOMBRES SON IGUALES. Este escrito no está dirigido hacia el sexo masculino, está dirigido contra la violencia consensual (que incluye relaciones hetero/homosexuales, filiales y casuales).
La violencia doméstica nos afecta a todos. Si no lo crees, relee este texto y leerás que para mí no es viable ni en chiste.
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