
Quiero compartir esto con todos ustedes, en especial con los que me conocen de hace muchos años y desde lo profundo de mí. Esto es una clara demostración de que nunca se pierde el tiempo para hablar de lo más importante, y ustedes lo leerán a continuación:
Ayer se me acercó una persona y me dijo que Dios le enviaba a decirme que tenía que darle más de mí. Yo feliz le dije que le sirvo a Dios todos los días y le vivo agradecida. No conforme, esta persona me sigue insistiendo hasta que logró que le dijera que no me estoy congregando (de hecho, creo que hace cerca de 5 años que no lo hago). Tan sólo eso le sirvió para estallar en palabras y decirme que debía ir a una iglesia porque es la ley de Dios, que tenía que obedecerle.
Sé que muchos de ustedes pensarán que lo que ella dice es cierto. Sin embargo, mis incondicionales saben lo que voy a decir ahora. Yo dejé de congregarme porque la gente no me estaba dejando servirle a Dios desde el templo. De hecho, en más de una ocasión, y en diferentes lugares, distintas personas atentaron contra mi dignidad en la congregación. Sí señores, no les miento, y los que han estado conmigo saben que lo que estoy diciendo es verdad.
Entonces, después de que la persona con la supuesta epifanía me dijera que por no ir a la iglesia no me salvaría, me molesté, y mucho. Creo que nadie puede darse el lujo de cargar las tablas de los mandamientos y rompérselos encima a uno. A todas estas, les debo una explicación a mis lectores, que deben estar pensando por qué es que no me congrego:
Yo fui miembro de una iglesia muy grande hace mucho, mucho tiempo, en la que dediqué cada respiro y cada latido de mi vida en aquel entonces. Disfruté mucho el tiempo allí, no voy a negar que aprendí ahí como desarrollar una relación estrecha con Dios y de cómo caminar con Él en la vida. Se me dijo que debía dejar a un lado todos aquellos que no eran parte de la iglesia, dado que eran mundanos y que me descarrilarían de los caminos de Dios. Y lo hice, porque yo quería ser una buena persona, y agradarle a Él por lo que me decían mis autoridades. Vivía sin tiempo tan siquiera para comer, me tenían tan ocupada con las cosas de la iglesia que el mínimo descanso que tomara ya era suficiente motivo como para decirme que si dejaba de hacer X o Y cosa, no le estaba cumpliendo a Dios. Me aparté de todos: de mi madre, mis amigos, la vida… Y entonces pasó lo que varios de ustedes saben. Llegó el día en que en los predios de un campamento de retiros se me rompió la rodilla derecha. Claro que este no fue el problema. El problema fue que no recibí ningún tipo de atendencia médica y nadie se dignó a llevarme tan siquiera a la habitación en la que dormía ese fin de semana de retiro. Desde el momento en el que caí al suelo, comencé a llorar; sentía como frente a mí se rompía una cortina, dejándome ver la realidad de que yo no le importaba a nadie allí. Recuerdo haber hecho galletas para vender y sacar fondos para mis discípulos y llevarlos al retiro (porque un retiro con Dios no es gratis, cuesta, aunque Dios nunca ve la factura).
Dormí con una rodilla rota en medio de un campamento de retiro, y me dormí llorando. Al día siguiente, Rubynette me ayudó a empacar y bajar a comer desayuno porque aún nadie me procuraba. Mi líder, sabiendo que no tenía yo carro en mi casa, me deja en mi casa, y pasó una semana hasta que pude ir a un hospital para que me checaran. Esa fue la última vez que alguien de aquella congregación fue a procurarme. Yo no entendía el asunto: tan importante que fui para recolectar ofrendas y desvivirme, pero cuando necesité ayuda, no apareció. Dejaron de buscarme (siempre he pensado que fue miedo a una demanda o no sé…), le decían a los que aún eran mis amigos que no me llamaran porque yo me había ido “al mundo”, cuando lo único que había pasado era que no podría caminar. Lloré todos los días, creo que Mami no sabe eso porque trataba de hacerlo a escondidas. La única persona que me llamaba a diario era Jenny, a quien amo con toda mi alma por ser mi consuelo en esos días. Así se pasaron 5 meses yo en muletas. A los 3 meses del accidente me operaron; 2 meses después ingrese en el CUTA. Yo perdí mi último mes de escuela superior por un descuido de toda una congregación. Me gradué en muletas; la vergüenza que sentía era insoportable. En realidad tenía el alma destruida en esos días. Yo no sé como salí de esa situación, pero les digo una cosa: Dios no me dejó ni en un solo instante. Tan así fue que el Dr. Grau después de operarme dijo que yo había quedado muy mal, sin remedio; hoy día si no le digo a alguien que tuve una intervención quirúrgica, no lo sabe. La presencia de Dios estuvo conmigo día y noche. Fue una de las experiencias más traumáticas de mi vida.
Encima de todo esto, después de operarme, la persona que me “dirigía” vino a visitarme para pedir que regresara. Y le dije con una firmeza que aún ni sé cómo pasó (pero sí sé), que ni pensara en involucrarme como antes, que a mí se me había dicho que yo tenía una familia en la iglesia por la que debía abandonar a todo conocido en el mundo, y que , paradójicamente, los que ellos me habían dicho que olvidara fueron los que me extendieron la mano y me sacaron del hueco. Le dije que ellos (la iglesia) me habían abandonado, que yo seguía en mi fe, pero que no podía ya hacer las maromas que hice. Yo no estaba dispuesta a romperme la otra rodilla por gente que ni un abrazo me dieron cuando me herí. Amigos, en esto consiste el amor de Dios, en ver que continuó manifestándose en otros cuando los que se llamaban “sus elegidos” dejaron de hacerlo, y se manifestó fuera del templo.
La otra mitad de esta historia toma lugar en otra congregación y después del último incidente. Busqué un nuevo lugar para reunirme a oír la palabra de Dios, porque entendía la importancia de congregarse. El pastor del nuevo lugar (y no quiero mencionar nombres por no hacer alusiones, los que vivieron esto conmigo saben de lo que hablo) me recibió con los brazos abiertos y me incorporó al trabajo de la iglesia inmediatamente. Fue tan abrumador el amor y el cariño que recibí que hasta Mami comenzó a ir conmigo, y fue ahí cuando ella se enamoró de Dios. El pastor le había dicho a varias personas lo importante de mi presencia allí, y cómo cuidaba de mí, sabiendo lo que me había pasado antes. Sin embargo, esto no fue bien recibido, y algunas personas empezaron a tratarme mal. No sólo creo que la arrogancia y el desprecio es un insulto en una congregación, pero formarse como piedra de tropiezo para otro también lo es. Yo me encargaba de un grupo de jovencitos en aquel entonces, los cuidé, los consentí, les enseñé muchas cosas (porque ese es mi ministerio: la juventud). Como esto no fue de agrado ante aquellos que tenían ciertos grados de poder en la iglesia, poco a poco me fueron quitando la tarea hasta que un día me vi sentada en una banca, triste porque yo muy bien sabía que ese no era mi lugar. Me dio coraje, ira. ¿Cómo es posible que la gente se te meta en el camino del servicio ministerial? Y para colmo, todo parecía estar perfectamente bien. La cosa llegó al nivel de que hasta a mi mamá se le faltó al respeto. Yo, ni presta ni perezosa, le dije a Dios:
“Señor, si no puedo hacer Tu voluntad aquí, llévame donde pueda trabajar para ti”
Dios, que no es sordo, terminó llevándome a un lugar bastante lejos de donde yo era: un colegio privado en Río Piedras, con jóvenes con una gama de necesidades tan dramáticas y absurdas que por poco renuncio de tan malo que era estar ahí. Pero llegó el día en el que estos rebeldes entendieron que yo no me iba a ir, y se me acercaron, y les puedo decir que trabajar con ellos fue una de las bendiciones más grandes de mi vida. Salía con ellos a almorzar, hablábamos de los problemas que enfrentaban, de las drogas, etc. Recuerdo que en un ejercicio de diario reflexivo, un joven escribió cómo cuando al acostarse a dormir, su madre ni un beso de buenas noches le dio. Fue un dolor quebrantante leer eso, en especial porque era un buen chico. Una vez tuve que llevarme a una alumna a mi apartamento porque estaba llorando tan descontroladamente que temí que se suicidara. Al poco tiempo quedó encinta de un alumno menor que ella (que de hecho se mató en un accidente a principios de este año, y lo lloré como a un hijo). Jóvenes que usaban drogas me llevaron a que les ayudara a escoger el atuendo del día de graduación. Ahora miro hacia atrás y entiendo que estando con estos chicos hice mucho más de los jamás hubiera podido hacer en la iglesia. Dios me estaba usando con ellos, con los que todos sabemos que no son aceptados en la iglesia. Muchos están en mi Facebook ahora, y si leen esto, quiero que sepan que los amo como el primer día que los conocí, porque Dios los amó primero.
Y así fue la cosa de que Dios siguió usándome fuera de “Su casa”, dado que siempre tuve problemas con “Sus elegidos”. Siempre sabía ponerme en el lugar exacto para ayudar a alguien, para Servirle. Hoy día vivo una vida de fe, sabiendo que muchas veces pude dejar de creer en Él por lo que el hombre me ha hecho, pero cuando aprendemos a reconocer a Dios, sabemos cuándo Él opera mediante la gente y cuando la gente simplemente hace lo que le da la gana. El Señor esta presente en cada cosa que hago, y lo amo por eso, porque me ha hecho quien soy ahora. Y es por esto que me enojó lo que pasó ayer, porque no es justo que una persona me repita versos bíblicos para juzgarme en vez de citarlas para acordarme del amor de Dios. Solamente para ver en que dirección iba esta persona, le pregunte si los gays iban para el cielo, y me dijo que no. Eso fue lo único que necesité para darme cuenta de que las iglesias y los templos son exageradamente excluyentes, tanto que hasta Dios está excluidos de ellos. El Verbo nació entre animales porque nadie lo quiso recibir. ¿Qué me hace pensar a mí que la gente quiera aceptar trabajar conmigo? Yo no trabajo para empresas terrenales, nada me dejan para el futuro. No condeno a las iglesias con este escrito, sólo esto exponiendo el hecho de que hay múltiples formas de servirle a Dios, y no sólo la de enmuletarse con la Biblia todos los domingos y aprenderse versos para la condenación de la humanidad. Le dije a esta persona: Jesús no hizo una sola cosa, hizo muchas.
También dijo que donde 2 ó 3 estuviesen congregados en Su nombre, allí estará Él en medio de ellos. Sepan que al leer este testimonio, Él también está entre ustedes y yo.
Los amo mucho,
Geña