
Me siento a la mesa,
con sonrisa de pavo.
Me harto como un Rockefeller;
quizás como un Trump.
No importa, estoy harto.
Tengo carne entre los dientes.
Y esta vez, Dios no me castiga,
porque lo hice para agradecerle.
Me acordé después de fecundar el bolo;
no acostumbro dar protocolos
antes de servirle a la Glotonería.
Pero tengo que dar gracias, por la tradición
de pronunciar la palabra, de encender la lengua.
Y comenzar el rito pavístico:
Lord, te doy las gracias
por el pavo que me llena, porque estaba lleno
de vegetales que los inmigrantes recogieron,
los que ayer fueron regresados por correo;
fueran esclavos, trabajadores o reos,
da igual, extranjero, extraterrestre, extrawhatever.
Gracias porque sus hijos se quedaron aquí,
comiendo un American feast.
Y los míos me tienen a mí.
Gracias porque hablo tu idioma,
y no del que recoge la basura.
El que es cómplice de la usura
de los hijos que quedaron aquí.
Gracias por esta tierra
que promete sueños por televisión,
pero entrega pesadillas
a los que comen quesadillas,
a los que vienen de las guerrillas,
a los que se doblan en cuclillas
para invadir mi nación.
Por ella, también doy gracias
porque protege al mundo entero…
¡Gratis!
Porque el que no se parece a mí, es anatema.
Gracias por iluminar nuestra raza.
En el próximo censo, añadiremos “terrorista”
en las categorías esencialistas.
Hay que preparar esas listas
con todos los orientalistas…
Gracias por ser americano.
Porque hasta el nombre de Magallanes es mío,
aunque ellos no lo saben, o lo nieguen,
igual, es ignorancia.
Gracias porque somos el Norte,
la estrella que el mundo entero persigue.
Ser como yo, no lo consiguen.
Yo vengo de un linaje de puritanos náufragos,
los redentores de este mediterráneo.
Gracias por mi historia,
porque mediante ella, demuestro que existo.
En esta panacea no hay racismo,
sólo un intrépido intelectualismo.
¡Si no fuera por el canal allá abajo
no hubiese una Sur América!
Gracias porque el capitalismo es mi nacionalismo.
Porque generando deudas, generamos empleos
y generamos un mundo que nunca descansa,
que se enferma, y necesita drogarse
con nuestros remedios, no con los que llegan
sin identification a nuestro país.
Gracias porque no soy minoría.
Porque aún creemos que la descendencia de Parks
se ve bien en el asiento de atrás,
en las casas de atrás
en la educación de atrás
en la celda de atrás
en la fila de atrás.
¡No es para más!
Gracias por aquellas gentes
que generosamente se explotan;
para que encontremos los mejores precios
y tengamos los mejores mercados
que compiten con países
que no sé pronunciar.
Gracias por esos mundos
que paren oro, preparando nuestro camino
hacia la indestructible eternidad.
Por el Sur, que nos define,
porque no somos como ellos.
A México, por las maquiladoras, el tequila,
y por los criminales que mantienen trabajando
a nuestros ángeles, guardianes de las fronteras.
A Guatemala por ofrecer a sus presos
para la cura del sífilis;
para que sigamos siendo promiscuos.
A Costa Rica, por aceptarnos como su único salvador
y convertirse a nuestro culto capitalista.
A Panamá, que le dimos la identidad que no tenía
al separarla del café, las drogas y las FARC.
Al Cono Sur, que inmortalizó nuestra imagen
de redentores en medio del tumulto.
Agradecemos al petróleo por antagonizar
a Venezuela y Cuba aún más de la cuenta.
A Puerto Rico, porque nos suplirá la munición
para la Tercera Guerra Mundial.
Porque sus mujeres donaron sus vientres
para el consecuente libertinaje sexual.
Y porque no votan, porque de ser así,
estaríamos comiendo tacos en vez de pavo.
Gracias por Asia, por las vidas que se entregan,
para que en Walmart las cosas no salgan
por más de 5 dólares la pieza.
Y África, por sus diamantes,
llenos de lágrimas de párvulos,
los que compro cada Navidad para mi esposa.
También por su excentricidad,
Porque por ser diferentes, me hacen mejor.
Gracias por el deporte de la guerra.
Porque batallamos contra el mal que desconozco.
Porque destruimos familias, lenguas, culturas,
instituciones, sueños, esperanzas, mapas,
soles, lunas, estrellas, universos,
las sombras de lo que me amenaza,
la silueta del monstruo en el armario.
Gracias porque mi pantalón casi se revienta,
como el del resto de la nación, ¿verdad?
Aquí nos libraste de la undécima plaga de Egipto.
Aquí no hay pobreza, sólo gente que no come pavo.
Para no engordar. ¡No se puede engordar!
Sin anorexia ni bulimia nuestras hijas no se casan,
y nuestros hijos no tendrían mejores expectativas.
Gracias por el bisturí, que termina los senos, arrugas,
nalgas, barrigas, labios, corazones, almas
sentimientos, espíritus y metas
que nuestra televisión aniquila.
Y gracias porque el dinero nos acuerda que
“In you we trust”; por lo que
creamos leyes para crear más crímenes.
Y así, fortalecer el brazo de justicia
de esta nación, de esta casi galaxia terrenal.
Gracias por la comida que aún tengo
entre los dientes.
Por los niños sin los parientes.
Por las otras gentes.
Los medios insistentes.
Por hacernos inteligentes.
y también diferentes.
Por tener otros lentes,
y no ver personas, sino clientes.
Por el poder inherente
de corregir al irreverente.
Por hacerle frente
al enemigo inexistente.
Por tener en mente
atropellar al disidente.
Y acordarle al del oriente
Que comer pavo me hace excluyente.